El estado actual de los ecosistemas silvoagropecuarios y naturales se relaciona con la evolución natural de los mismos y con la presión antropogénica que se ejerce sobre ellos. El primer componente, d epende de numerosos factores ecológicos (como clima, geología, relieve, procesos de sucesión ecológica, por mencionar algunos) que, por su origen, escapan al control humano generándose procesos dinámicos naturales de autorregulación. La actividad humana, en cambio, puede desplazar el equilibrio hacia estados diferentes al natural.
Esta modificación se traduce, en la mayoría de los casos, en un quiebre prolongado, o incluso definitivo, de los mecanismos de autorregulación u homeostasis del ecosistema.
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